Cuando uno vuelve a estar encerrado
por culpa del coronavirus y la variedad Ómicron echa la vista atrás y le alcanzan
los recuerdos de mis numerosas visitas a Cuba, gracias al artículo que me envía
mi amigo Miguel Castro, originario de la isla, titulado “Hemingway” y complemento
este con el trabajo de Jaime G. Nora, publicado el 14 de diciembre en las
páginas de cultura del diario ABC bajo el rótulo de “Hemingway, el hombre detrás del mito”.
Monumento a los toros de San Fermín en Pamplona
He tenido pocas ocasiones de pisar
Pamplona, pero este año me pasé una semana allí con motivo del Congreso
Internacional de Turismo Religioso en el que pisé numerosas veces la curva de
la Estafeta, en el famoso recorrido de los toros de San Fermín, que como gran
cronista puso en todo el mundo el escritor estadounidense, un hombre que
escribía de pie en su finca de La Vigía, en la población de San Francisco de
Paula, donde están enterrados en el jardín algunos de sus perros, casa que es
explotada como lugar de culto para los turistas amantes de la cultura que pisan
esta isla caribeña.
Gregorio Fuentes
En uno de mis viajes por la Perla de
las Antillas, el Ministerio de Turismo me llevó hasta la casa en la que habitó
el escritor norteamericano, por entonces buen amigo de los Castro. No hay que
olvidar que allí escribió su famosa novela “El
viejo y el mar”, con la que consiguió el Premio Nobel. Uno de mis amigos
mallorquines visitó Cuba antes que yo y tuvo la suerte de que le presentaran a
Gregorio Fuentes, un canario emigrado a Cuba en el que se inspiró Hemingway
para dar vida al viejo pescador que llevaba por nombre Santiago.
Monumento a Hemingway en Cojimar
El escritor hacía su trabajo de pie,
según me indicó el guía turístico que presentaba la finca Vigía. Allí están
enterrados, quiero recordar que tres perros y dos gatos, pero mi memoria ya me
falla, pues me parece que el viaje se hizo en 1991.Hice fotografías con
diapositivas de toda la finca y de su extenso jardín, donde están enterrados
los animales, pero con esto de la pandemia… están en otro lugar que ahora no
puedo acercarme. Lo solventaremos de otra manera. La Fundación estadounidense
“Finca Vigía” trata de restaurar la enorme biblioteca de Hemingway que se
conserva en el lugar.
Finca La Vigía - Casa Hemingway en La Habana
(www.hemingwayhavana.com)
Mis viajes a Cuba me han llevado no
solo a la Habana, sino también a Matanzas, Varadero, Viñales, la Ciénaga de
Zapata, donde comí cocodrilo, Cienfuegos, Santa Clara, Trinidad y el Valle de
los Ingenios (Patrimonio de la Humanidad) y por el este llegué a Santiago de Cuba
y Baracoa, el lugar donde arribó Colón y por donde el piloto nos dio una vuelta
para ver de cerca la Mesa que vio el descubridor. Incluso pasamos un día en la
Isla de la Juventud, con los entonces ministros de Turismo de Cuba y de
República Dominicana, que querían promover un paquete turístico para visitar en
un solo viaje a América dos países. Desde la Habana salimos en un pequeñísimo
avión que echaba humo en el interior. Llovía tanto que el piloto prefirió
retrasar el regreso a la capital. Hablé con él y le dije comandante, tras una
extensa charla me dijo que esas lluvias eran “yankees”, y que procedían de
Florida, en el Golfo de México y también que la isla solo había un comandante y
éste era Fidel Castro.
La Bodeguita del Medio
No me olvido de dos experiencias
fascinantes en la propia capital: Pedir a un tal Jimmy camarero de la Bodeguita
del Medio, que abriera el famoso local media hora antes, a las 11,30 de la
mañana, solo para un grupo de españoles. Aquello de que más vale caer en gracia
que ser gracioso, se convirtió en realidad y se me recompensó con un famoso
mojito. Y aquí otra vez Hemingway: “Mi
mojito en Bodeguita, mi daiquiri en Floridita”. Y al Floridita me fui en un
tuc tuc, conducido por un joven cubano y con el que ganamos la carrera hasta el
famoso bar, llegando unos minutos antes que los otros del grupo. El conductor
se ganó una buena propina. Y llegar y besar el santo: Allí mismo estaba la
baqueta del bar alta y roja, donde se sentaba el escritor, donde se tomaba más
de un daiquiri. Es de sobras conocida la afición de Ernest por las buenas
bebidas alcohólicas, terminando en más de una “cogorza”
Tras viajar ocho o diez veces a Cuba
hay numerosas anécdotas y vivencias, desde el intento de un robo de un reloj de
pulsera un joven italiano que me acompañaba por el Malecón, a confesarme un
conductor de autobús que tenía la obligación de ir a las manifestaciones porque
si no le quitaban el puesto de trabajo, como le arrebataron la casa a una joven
con una hijita cuyo delito era que esposo se había fugado desde el aeropuerto
de Barajas y había pedido asilo político en España. Con el tiempo le conocí y
me contó la realidad de lo que es el régimen cubano: Una dictadura comunista…
Un pueblo magnífico, con unos lugares paradisíacos donde no me gustaría vivir.