Hace años tuve una invitación personal del entonces
embajador de Eslovenia en España, Ciril Stokelj, (1998 – 2002) para visitar su
recién estrenado país. El doctor Stokelj presentó sus cartas credenciales al
Rey Juan Carlos el 30 de junio de 1998 y tuvo el detalle de acudir al Hogar
Extremeño de Madrid, al que le invité cuando di una conferencia sobre su país
después de este viaje. Tras pasar por los servicios diplomáticos del Vaticano,
será apoyado por el primer ministro esloveno Janez Drnovsek para ser embajador
ante el Reino de España; después fue embajador en Bruselas y ahora trabaja en
la Dirección de Comunicación del Parlamento Europeo, dirección de la que es
responsable el español Jaume Duch.
Fue, sin duda, un gran viaje para mí por el
descubrimiento que hice de esta pequeña nación mediterránea. Lo primero que
recuerdo es que viajé desde Barcelona hasta Liubliana, la capital del país, en
un pequeño avión de la compañía Adria Airways. Ese día el avión dio un gran
rodeo para entrar en el país, ya que según me dijo el compañero de asiento, un
violinista esloveno que trabajaba en la Orquesta Sinfónica de la Ciudad Condal,
nunca había entrado al aeropuerto por esa aerovía, sobrevolando la preciosa
capital eslovena. Después supimos por qué: Era el día, en marzo de 1999, en el
que los aviones militares de la OTAN iban a bombardear Belgrado, la capital de
Serbia, que estaba en guerra con las otras repúblicas yugoeslavas, después
independientes: Croacia y Bosnia Hezergovina, causándose en estas guerras miles
y miles de muertos, la última gran tragedia europea, pues este conflicto duró
diez años desde 1991 hasta 2001.
Por cierto, en Madrid tuve la oportunidad de conocer y hablar
un rato con el entonces primer ministro Janez Drnovsek, quien vino a presentar
su libro biográfico “El laberinto de los
Balcanes” en el Hotel Miguel Ángel, y tengo el gusto de tenerlo dedicado.
Janez hablaba un español perfecto. Había sido el último presidente de la
República Yugoeslava y también llegó ser presidente de Eslovenia (2003 - 2007) .
Tras
llegar al aeropuerto tenía a mi disposición un coche sin conductor, que me
habían proporcionado para moverme libremente por el país. Llegué al hotel y
salí a cenar donde tenía señalado en el programa que llevaba, concretamente a
un restaurante del recinto ferial de la ciudad. Al día siguiente estaba
asignada una preciosa visita por la ciudad subiendo al castillo y recorriendo
las preciosas calles del centro.
Otros
días paseé por la zona costera, una costa de tan sólo 48 kilómetros de larga, pues
Eslovenia tiene una superficie similar a la de la provincia de Badajoz, incluso
su mapa geográfico es parecido, (unos 20.000 Km2). Pirán es una ciudad costera
de estilo veneciano y allí tuve la suerte de probar la cocina de un tal “Pavel”
(Pablo) hecha a base de productor del mar. Deliciosa. https://pavelpiran.com/en/
Muy
interesante la cueva de Postoina, con un curioso tren que entra hasta cuatro
kilómetros en su interior y se halla el “pez humano”, que algunos creían que
era la cría del dragón, el símbolo de la capital del país. y el cercano
Castillo de Prediama, parte del cual está metido en una cueva.
Antes
del final de las jornadas turísticas fui al lago Bled, un lago de origen glaciar.
Esta estampa es la que me ha hecho recordar y escribir esta crónica viajera, ya
que trabajando, estos días de pandemia, sobre el tema del turismo y el Covid-19
para un seminario financiado por la Unión Europea me encuentro con que “robo” una
foto de la página web de la Organización Mundial del Turismo y me hizo recordar
el trayecto a pie que hice una mañana, muy temprano, rodeando el precioso lago.
Parece grande, pero no serían más de 5 kilómetros. Hay fotos, pero ahora con la pandemia y el no
poder moverse no las puedo colocar aquí. Sí fue una experiencia única. Volví en
otra ocasión a Eslovenia, pero esta es otra singular y positiva historia.