viernes, 18 de agosto de 2023

Marrakech, la ciudad roja


 


 

            Ya conté el otro día cómo fue mi primer gran viaje a Ceuta en el verano de 1971. Hacia el año 2000 hice otro gran viaje por Marruecos. En esta ocasión estuve unos diez días invitado por Turismo de Marruecos para conocer bien la ciudad y después publicar una guía turística de la misma, que publicó Ediciones Jaguar de Madrid.

 

 

            En sus cerca de 200 páginas, acompañadas de una serie de fotografías mías, se describe esta singular ciudad. La primera vez que fui no pasé más que unas horas en ella, cuando era jefe de prensa de la compañía aérea Hispania” e invitamos a los miembros de la Federación de las Asociaciones de la Prensa de España, entre los que se encontraba mi profesor y amigo, el cronista oficial de Madrid, Enrique de Aguinaga. Era el comienzo de los años 80 cuando estaba en el departamento de prensa del aeropuerto de Palma de Mallorca, que organice y cree. Los directivos de los periodistas estaban en una asamblea general en Canarias y desde allí los llevamos a pasar unas horas a Marrakech.

 

 

            Otra visita fue para ir a un almuerzo y visitar el precioso hotel de la Mamounia. Salimos un grupo de Madrid y llegamos a almorzar en el antiguo hotel Atlas Asni, que en agosto de 1994 sufrió un atentado en el que murieron dos turistas españoles, para visitar después la ciudad y regresar de nuevo a la capital de España.

 




 

            El índice de la guía se refleja su interior: Los sabores del Oriente en Occidente, las dos ciudades de Marrakech, diez rutas por la ciudad, excursiones por los alrededores, a lo que se suma la clásica guía: Donde dormir, dónde comer, la niche de Marrakech, de Comoras y una guía práctica: requisitos fronterizos, información consular, asistencia médica… Hasta se duce en que restaurante rodó Alfred Hitchcock su película “El hombre que sabía demasiado”.

 

            Por último, copio aquí parte del prólogo de la guía: Lo primero que llama la atención al que llega a Marrakech es el batiburrillo de sus calles y el desorden existente en la circulación, pero esto firma parte de su encanto. Para captar el hechizo de esta ciudad roja, hay que pasearla palmo a palmo, ir al centro neurálgico de ese mundo mágico que es la plaza de Jemaa el Fna (declarada en 2008 Patrimonio Inmaterial de la Humanidad). Se sugiere subir a algunas de las terrazas panorámicas, solo hay que pedir una consumición y ver pasar el tiempo en el teatro de la vida misma”.