Texto y fotos: Francisco Rivero
La actualidad informa continuamente de la invasión de
Ucrania por parte de Rusia, un ataque que ya ha causado miles de muertos y supondrá
un cambio en la historia mundial. Hace muchos años fui como periodista de
turismo a una parte de Ucrania, por entonces de este país, hoy en poder de
Rusia desde 2014: Se trata de la península de Crimea, concretamente a Yalta, el
lugar famoso donde los tres líderes más importantes de la Segunda Guerra
Mundial se reunieron para repartirse el mundo Winston Churchill, por el Reino
Unido; Franklin Delano Roosevelt, por los Estados Unidos y Joséf Stalin por la
URSS, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, donde se consiguieron
grandes acuerdos y la repartición del mundo entre los países de pensamiento
occidental y liberal y el autoritarismo soviético. Tuve la gran suerte de
visitar la sala donde se reunieron y el jardín donde se hicieron la famosa e
histórica foto. A lo lejos se apreciaba un bellísimo paisaje abierto a la bahía
de Yalta.
Habíamos llegado en un antiquísimo avión de una línea
“chater” ucraniana, nada que ver con los modernos aparatos que uno pudo ver en
el aeropuerto de Mallorca mientras estuvo trabajando allí. El aeropuerto de
llegada fue el de Simferopol, la capital oficial de la península de Crimea. Y nos
llevaron a un enorme hotel donde se alojaban los trabajadores soviéticos en los
escasos días de vacaciones que les permitía el régimen. Un hotel también antiguo,
que decían que era de cuatro estrellas. Nos acompañó durante este viaje la que
fuera ministra de Turismo de Crimea, que con el tiempo me otorgó un premio
periodístico de Turismo, que me honro en poseer.
Al día siguiente salimos en autobús para el Palacio de Livadia, un palacio de verano del último zar de Rusia, Nicolás II. Está a unos tres kilómetros al sur de la ciudad de Yalta. Posee unos preciosos jardines y lo lejos se ve la costa del Mar Negro. Hoy se halla, como todo el territorio, en manos de los rusos de Putin.
Una de las visitas más interesantes de Yalta es conocer la dacha blanca del escritor Anton Chejov, literato reconocido mundialmente, y autor de la obra “El tío Vania”, una obra inspirada en él mismo, pues fue médico que no cobraba a los campesinos pobres. Se retiró a Yalta porque padecía tuberculosis y murió en el balneario alemán de Badenweiler a los 44 años. La casa museo de Yalta se conserva tal y como él la dejara, como si hubiera salido a tomar un café y dejar abiertas las puertas para los amantes de sus obras. Aquí recibió a artistas de la talla del compositor y uno de los mejores pianistas del siglo XX Sergéi Rachmaninov; a León Tolstoi, uno de los más grandes autores del realismo literario, con obras como “Guerra y paz” y “Ana Karenina”, o Máximo Gorki, escritor revolucionario ruso y aspirante cinco vece al Premio Nobel de Literatura.
En ese
viaje hubo tiempo para todo, desde pasear por Yalta y encontrarme a una joven
mujer que hablaba un perfecto español hasta bailar en una plaza que presidía el
dictador Lenin junto al puerto. Esto me pareció curioso que el pueblo de Yalta
se dedicara a bailar en esa plaza delante de una de las figuras más importantes
del sistema soviético, sin olvidarse de conocer la artesanía crimeana.
Palacio de Vorontsov
A
menos de 20 kilómetros al sur de Yalta se encuentra la localidad de Alupka, con
el precioso palacio de Vorontsov, de estilo británico Tudor, pero también con
cierto toque morisco, ya que fue diseñado por el arquitecto escocés Edward
Blore, continuador de las obras del famoso palacio de Buckingham, sede de la
Corona del Reino Unido. El palacio fue mandado construir por el Conde M.S.
Vorontsov (1782 – 1856), que fuera gobernador general del territorio ruso de
Novorossiysk, situado en la parte este del Mar Negro, encima de Georgia. Aquí en este palacio fue el lugar de
residencia oficial de Winston Churchill durante la Conferencia de Yalta. Se
cuenta que le gustaron tanto los leones que hay en los jardines que le pidió a
Stalin que le vendiera alguno de ellos. El jefe soviético le contestó que “Yo no soy nadie para vender las propiedades
del pueblo ruso”.
La Bodega Massandra
Fue la
bodega que mandó levantar a finales del siglo XIX en la zona el zar Alejandro
II para abastecer de excelentes vinos al palacio de verano de Livadia, distante
unos 13 kilómetros al norte de éste. Las bodegas, que es donde se embotellaba
el vino de los alrededores, tiene una larga historia. Tras la revolución
soviética, a Stalin se le preguntó qué hacer con los vinos del zar; se cataron
y al ser excelentes, no solo los prohibió, sino que ordenó su cuidado y
difusión. Cuando estuve en ellas, me dijeron que el millón de botellas que
componían las bodegas en tiempos de los nazis, dueños del terreno en Crimea, el
pueblo las sacó y las envolvió cuidadosamente una a una cada botella y escondidas;
así fueron salvadas de ser expoliadas por el régimen de Hitler. Tuve la gran
suerte de acudir a una cata, pudiendo apreciar que los caldos eran excelentes.
Imagínense que hace unos 20 años, un vino vendido en Sotheby's de Londres alcanzó la
cifra 43.500 dólares. También se subastaron otras botellas con vino de
Massandra de la variedad de uva Monastrell, de Alicante del año 1894. El precio
de salida de la subasta fue de 1.500 libras esterlinas, unos 2.000 euros. Otro
dato curioso más para el amante de los buenos vinos, la botella más antigua que
posee esta bodega es un Jerez español del año 1775. Precisamente los fiscales
de Ucrania presentaron una querella ante la directora de la bodega cuando
estaba ya en poder de Rusia porque en una visita de Putin con el líder italiano
Berlusconi abrió una botella de Jerez del siglo XVIII, porque consideraban que
las bodegas Massandra no son propiedad del estado ruso, sino del pueblo de
Ucrania.
El Palacio Massandra
A
unos 10 minutos, en coche, al este se halla el Palacio de Massandra, convertido
ahora en museo. Fue mandado levantar por el zar Alejandro III, pero curiosamente
ningún miembro de la familia real rusa durmió allí, porque estaba mejor en el
vecino Palacio de Livadia. Su construcción empezó a finales del siglo XIX. Con
el tiempo fue hospital de tuberculosos y desde 2014, que Rusia se volvió a
apoderar, por la fuerza, de toda le Península de Crimea, es oficina de los
asuntos presidenciales de Vladimir Putin, con interesantes jardines. Un dato
curioso, en el año 2017 se inauguró en el exterior un busto del Zar Alejandro
III.
Sebastopol
La
ciudad heroica de Sebastopol es milenaria, ya que en el siglo VI antes de
Cristo los griegos fundaron aquí Quersoneso. Hoy es la más poblada de Crimea,
con 350.000 habitantes. Su puerto era, por entonces, la base oficial de los
submarinos con armamento nuclear de Rusia. Se podían ver allí amarrados cuando
pasé en automóvil por la carretera que circunda el puerto. Hasta el comienzo de
la actual guerra, la ciudad la volvía administrar Rusia, pero no era reconocido
por Ucrania. Este hecho fue ratificado el 19 de marzo de 2014 por la Duma Rusa,
el Parlamento ruso.
Quersoneso
De
aquí Sebastopol salí a encontrar las ruinas de la ciudad de Quersoneso, que
está en la costa a unos 10 minutos en coche. Un poquito de historia: El nombre de Quersoneso significa península,
por lo que está situada en este accidente geográfico. Fue fundada por los
griegos de Heraclea Póntica. Allí se instaló el santuario de Artemisa. Con el
tiempo por allí pasaron numerosas civilizaciones: Fue romana y también por allí
pasaron en el siglo IV los hunos y formó parte del imperio de Bizancio, quien
llegó a exiliar en esa ciudad a dos Papas. Hoy es un parque arqueológico, y un
atractivo del turismo cultural de la zona.
La capital de los tártaros
Bakchisaray,
en tártaro o Bajchisarai, en ruso y ucraniano es una población que huele a
mundo musulmán, del rito suní. A mediados del siglo XVI se convirtió en la
capital del kan de Crimea el jefe o rey tártaro Sahib Khan Giray. Los tártaros
fueron acusados de ayudar al régimen nazi y obligados por el dictador Stalin a
exiliarse al Asia Central, obligando a los agricultores a dejar sus tierras por
lo que la población ucraniana pasó verdaderas hambrunas.
Fuente de las Lágrimas
Lo más interesante de la ciudad es el palacio del Khan de
Bakchisaray, comparado con otros palacios musulmanes de Europa, entre ellos la
Alhambra de Granada. En su interior se halla una mezquita y un harén, así como la
bellísima Fuente de las Lágrimas, que cantó en sus poemas Alexander Pushkin, el
creador de la moderna literatura rusa, y cuya abuela materna y aya, una pobre
campesina rusa, tuvo el gusto de inculcarle el amor por la poesía y los cuentos
populares rusos, y cuya casa visité hace unos años al sur de San Petersburgo.
Promoción
de Extremadura en Crimea
Esta crónica viajera fue publicada en la revista de la Casa de Extremadura en Getafe, que dirige mi amigo Pedro Aparicio.
Aquí las páginas del reportaje.